Cuando diseñamos, estamos creando, trasladando nuestro pensamiento, o el de muchos, mediante bocetos o esquemas, a un soporte físico que, bien puede ser una humilde hoja de papel o el más avanzado de los ordenadores. Cierto es que cualquiera puede aprender como funcionan las herramientas de un programa de diseño, y en el caso de que una de estas personas tenga que realizar un trabajo, el resultado puede que sea útil para un breve periodo de tiempo, que puede variar desde unas horas a un par de meses, dependiendo del tipo de trabajo encargado. No es lo mismo un cartel, informando de un evento de un día concreto, que puede estar circulando diez o quince días, que un pakaging de fabada que, casi con seguridad, estará en las estanterías de los supermercados unos cuantos meses. Lamentablemente, a este tipo de producción (diseño exprés) no me atrevo a llamarlo arte.
Todos no tenemos la capacidad de combinar esas herramientas para crear algo que sea bueno, bonito y perdurable en el tiempo, lo suficiente como para que cree cierta escuela, y acabe siendo etiquetado, como denominación de una nueva tendencia.
El secreto no está en saber las herramientas de muchos programas, está en el proceso completo, desde el pensamiento hasta el papel, y el modo en que cada artista organiza sus habilidades y herramientas para que al final tenga sentido práctico.
Puede parecer un sin sentido, pero en cierto modo, un diseñador es como un médico. Alguien encargado de aliviar el caos de imágenes, sensaciones o ilusiones variopintas, que sobre una idea o producto tienen en su cabeza otras personas. Es él quien debe dar una solución (aspirina) al problema, como transmitir esa idea o dar a conocer un nuevo producto del modo más inteligente, rápido y agradable.
Claro está que en ocasiones, el diseñador no cuenta con una amplia farmacopea (tiempo y dinero) a su disposición, con lo cual, el resultado final no siempre es el que él desearía. Y cuando no hay para penicilina, debemos muy a nuestro pesar, conformarnos con una aspirina, aún cuando sabemos a ciencia cierta, que es insuficiente para curar la dolencia (transmitir con un mínimo de garantías una idea o el lanzamiento de tal o cual producto), por que es entonces cuando se convierte en un diseño efímero, que casi siempre, hasta el mismo creador reniega de él. Pero de este tema ya hablaremos más adelante.
Podemos asegurar que un diseñador cualificado, es un creador de orden, ya que parte del análisis del caos mental, involuntario o no, de otras personas, que ven en él el medio idóneo para hacer reales unas inquietudes, que de otro modo hubiesen quedado estériles para siempre.
Naturaleza muerta 03 – Estudio sobre un mismo bodegón – Gouache y Photoshop – By José Vicente Santamaría